Sólo la música que me gusta, me llega, me parece necesaria. Toda esa música que, con frecuencia, los medios se empeñan en impedir que escuchemos, pese a que, con mucha frecuencia, es la más valiosa.

jueves, 22 de febrero de 2007

Aznavour, la vejez fecunda



Nota: El video que aquí figuraba anteriormente ha sido retirado por Youtube en consideración a lo que se denomina "violación de las condiciones de uso", lo que quiere decir que quien detenta los derechos ha exigido su retirada. Es la tercera vez que esto ocurre con Aznavou. Quizás algún día entenderán todos esos avariciosos que nadie obtiene lucro alguno con estos pequeños videos que carecen de la suficiente calidad de imagen y de sonido y, sin embargo, contribuyen a mantener viva y a extender la memoria de ciertos artistas que seguramente no tendrían nada que objetar a su uso.

Mientras tanto, nos veremos forzados a hacer lo que yo hago hoy (2-2-2008): elegir otro video. En este caso, Aznavour se pone en la piel de un hombre que, a lo largo de los años, va de prisión en prisión, de celda en celda, condenado por un delito de opinión, cuya existencia todavía sostienen muchos países en el mundo.


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A punto de cumplir 83 años, Charles Aznavour (N. 22 de mayo de 1924) dice adiós a la escena. Así lo admite, sin especial énfasis ni convicción, en la entrevista a página completa que le dedicó Le Monde el pasado día 20.

“Aznavour, el más grande de los crooners”, titula el diario, introduciendo al cantante-compositor en un palmarés en el que figuran como principales estrellas Frank Sinatra o Bing Crosby, pese a que ambos rechazaban ser clasificados en esa categoría (cantante romántico o sentimental). Aznavour es, en efecto, en mayor medida que ellos el crooner por excelencia. Centenares de canciones de amor, nostalgias y lamentos así lo atestiguan.

Shahnour Varinag Aznavourian, devenido Charles Aznavour por razones obvias de comercialidad, nació en París, hijo de artistas de origen armenio escapados de las masacres de las que su pueblo era víctima a manos de los turcos. La suerte le visitó cuando conoció a la impar Edith Piaf, figura crucial para tantos artistas (Yves Montand y Georges Moustaki entre ellos), quien tras oirle cantar se lo llevó de gira a Estados Unidos.

Piaf fue, junto a Maurice Chevalier y Charles Trenet, una de las grandes influencias artísticas para el pequeño Aznavour; pequeño de talla (el sarcástico Jacques Brel decía que era el único hombre del mundo que podía ponerse completamente de pie dentro de su limusina), que no de genio ni de personalidad.

Es sin duda el cantante y compositor francés que mayor éxito internacional ha alcanzado. Y no es ajeno a ello el hecho de que es capaz de cantar de modo perfectamente inteligible en seis idiomas (francés, inglés, español, italiano, ruso y alemán) y que ha grabado en todos esos idiomas. Pero la clave de su éxito extraordinario, por el que nadie habría apostado en base a su aspecto y a su voz velada y discreta, es su capacidad para crear melodías y letras que llegan al corazón y se pegan al oído.

Tal vez su sentimentalidad no es demasiado apreciada en estos tiempos, pero muchas de sus canciones quedarán en el recuerdo de varias generaciones en buena parte del mundo y algunas de ellas se han convertido en estándares (Venecia sin ti, La Bohéme, Formi formidable, Et pourtant…) que volverán una y otra vez a nosotros a lo largo de los años en otras voces.

Su último disco, ‘Colore ma vie’ (Colorea mi vida), que ve la luz precisamente en estos días, tiene inspiración latina y cuenta con la señalada colaboración del pianista cubano Chucho Valdés, referente ineludible del latin-jazz.

Curiosa evolución la del último Aznavour, que grabó en Cuba durante casi un mes. No sólo hay en su disco un nuevo estilo, sino también una toma de conciencia en temas ecológicos o políticos que hasta ahora le eran casi totalmente ajenos.

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