Sólo la música que me gusta, me llega, me parece necesaria. Toda esa música que, con frecuencia, los medios se empeñan en impedir que escuchemos, pese a que, con mucha frecuencia, es la más valiosa.

domingo, 29 de abril de 2007

Les feuilles mortes: Una canción universal



Cuando un gran poeta y un compositor no menos grande unen su trabajo no es difícil que nazca, bajo el disfraz banal de una canción popular, una pequeña obra de arte capaz de expresar sentimientos y emociones universales hasta un punto superlativo. Ese es el caso de “Les feuilles mortes”, cuya letra fue escrita por Jacques Prévert y la música, compuesta por Joseph Kosma (biografía en francés). Ambos mantuvieron una fértil colaboración, que en cierta medida recuerda a la que unió a Bertolt Brech y Kurt Weil (biografía en inglés).

Aparecida en 1946, son innumerables las versiones de “Les feuilles mortes” que han visto la luz hasta la fecha. La que aquí suena es la original, de Yves Montand.

Oh! je voudrais tant que tu te souviennes
Des jours heureux où nous étions amis.
En ce temps-là la vie était plus belle,
Et le soleil plus brûlant qu'aujourd'hui.
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle.
Tu vois, je n'ai pas oublié...
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle,
Les souvenirs et les regrets aussi
Et le vent du nord les emporte
Dans la nuit froide de l'oubli.
Tu vois, je n'ai pas oublié
La chanson que tu me chantais.

C'est une chanson qui nous ressemble.
Toi, tu m'aimais et je t'aimais
Et nous vivions tous deux ensemble,
Toi qui m'aimais, moi qui t'aimais.
Mais la vie sépare ceux qui s'aiment,
Tout doucement, sans faire de bruit
Et la mer efface sur le sable
Les pas des amants désunis.

Traducción:

Oh, quisiera tanto que tu te acordaras/ De los días felices en que éramos amigos/ En aquel tiempo la vida era más bella/ Y el sol más ardiente que hoy/ Las hojas muertas se recogen a paladas/ Tú ves, yo no he olvidado…/ Las hojas muertas se recogen a paladas/ Los recuerdos y los pesares también/ Y el viento del norte los traslada/ Hacia la noche fría del olvido/ Tú ves, yo no he olvidado/ La canción que tu me cantabas.

Es una canción que se nos parece/ Tú, tú me amabas y yo te amaba/ Y nosotros vivíamos juntos/ Tú que me amabas, yo que te amaba/ Pero la vida separa a los que se aman/ Muy suavemente, sin hacer ruido/ Y el mar borra sobre la arena/ Los pasos de los amantes desunidos.

La versión original del poema incluía una tercera estrofa que nadie parece cantar. Incluso muchas versiones se centran exclusivamente en el estribillo (C’est une chanson…), que es la parte más popular de la música. El propio Montand tiene otra versión en esas condiciones. Personalmente lo considero una lamentable mutilación.

Las bellas imágenes otoñales del vídeo son escenas de Québec. La única versión en vídeo que he logrado encontrar interpretada por Yves Montand es la mutilada.

En la fotografía, Kosma y Prévert.

jueves, 19 de abril de 2007

La vie en rose



Tras mi comentario sobre el regreso a la actualidad de Edith Piaf, de la mano de la película interpretada por Marion Cotillard y dirigida por Olivier Dahan, he recibido diversas peticiones de información sobre versiones en castellano de sus canciones o de simples traducciones de sus letras.

El mayor número de coincidencias se ha producido precisamente en torno a la canción que da título a la película en su versión internacional: La vie en rose. La versión francesa se titula “La môme” (la chiquilla, o la chavala).

Feliz por tener un motivo para evitar abordar temas de actualidad aquí tratados numerosas veces (las insidias permanentes del PP sobre el Gobierno y ETA, ahora a cuenta de las salidas de De Juana; la masacre no menos permanente en Irak, etc.) aquí está, en parte, lo solicitado.

La canción fue compuesta en 1945. La propia Edith Piaf es autora de la letra, probablemente inspirada en Yves Montand, que era su amante en aquella época. La música es de Louis Guglielmi (Louisguy).

Des yeux qui font baisser les miens
Un rire qui se perd sur sa bouche
Voilà le portrait sans retouche
De l'homme auquel j'appartiens

Quand il me prend dans ses bras,
Il me parle tout bas
Je vois la vie en rose,
Il me dit des mots d'amour
Des mots de tous les jours,
Et ça m'fait quelque chose
Il est entré dans mon cœur,
Une part de bonheur
Dont je connais la cause,
C'est lui pour moi,
Moi pour lui dans la vie
Il me l'a dit, l'a juré
Pour la vie
Et dès que je l'aperçois
Alors je sens en moi
Mon cœur qui bat

Des nuits d'amour à plus finir
Un grand bonheur qui prend sa place
Des ennuis, des chagrins s'effacent
Heureux, heureux à en mourir

Quand il me prend dans ses bras...


Ojos que que hacen bajar los míos/ Una risa que se pierde en su boca/ He ahí el retrato sin retoque/ Del hombre al cual pertenezco.

Cuando me toma en sus brazos/ El me habla muy bajo/ Yo veo la vida en rosa/ Él me dice palabras de amor/ Palabras de todos los días/ Y me hace sentir algo/ Ha entrado en mi corazón/ Una parte de felicidad/ De la que sé la causa/ Es él para mi/ Yo para él en la vida/ Él me lo ha dicho, lo ha jurado/ Por la vida/ Y desde que le veo/ Entonces siento en mi/ Mi corazón que late.

Noches de amor a no acabar/ Un gran placer que toma su sitio/ Los hastíos, las tristezas desaparecen/ Feliz, feliz hasta morir.

Cuando me toma en sus brazos… y final.

domingo, 15 de abril de 2007

Vuelve Edith Piaf



Está en marcha, de la mano del cine, el regreso de Edith Piaf (*) al conocimiento y reconocimiento popular. La película La Môme (Parece que “La vie en rose” será definitivamente el título internacional), dirigida por Olivier Dahan e interpretada por Marion Cotillard en el papel principal, reconstruye la vida apasionada y apasionante, desgraciada y gozosa de quien fue la mayor estrella de la canción francesa.

Edith Giovanna Gassion (19 de diciembre 1915 - 10 de octubre 1963), hija de un modesto artista de circo y de una cantante callejera de origen italoargelino, fue abandonada por su madre tras su nacimiento, entregada a su abuela materna primero, en París, y recuperada brevemente por su padre, que la puso finalmente en manos de su propia madre, que regentaba un prostíbulo en Normandía. Es difícil imaginar una infancia más anómala y accidentada.

Tras abandonar el circo itinerante, su padre la recupera y la traslada a París, donde ambos actúan en la calle. Allí la descubre en 1935 el propietario de un cabaret de los Campos Eliseos, vinculado al crimen organizado, que la presenta como «La Môme Piaf» (La chiquilla -o chavala- gorrión). Cuando su protector aparece asesinado en su casa la carrera artística de Piaf se interrumpe abruptamente, pero nadie que haya escuchando su voz puede olvidarla y en 1936 graba su primer disco.

Si la película se centrase exclusivamente en la infancia y adolescencia de Edith habría, como se ve, argumento más que suficiente, pero «La vie en rose» recorre toda la agitada vida de la estrella, cuya carrera de éxitos es acompañada por una sucesión de amores. El más desgraciado de ellos, con el campeón mundial de los pesos medios, Marcel Cerdan, cuya muerte en accidente aéreo sumerge a la cantante en la depresión, el alcohol –que ya le acompañaba habitualmente- y la morfina. Claude Lelouch dedicó una película a esta relación.

Piaf, sin embargo, tiene deseos de vivir, de amar y de entregarse a un público que le adora. El inconfundible vibrato de su voz, su portamento extraordinario, su emoción y desgarro, conmueven a cuantos la escuchan, especialmente en directo. Es una experiencia inolvidable.

Piaf es la canción francesa. Y no sólo por su arte, sino también por su labor de promoción de otros : compositores, cantantes, letristas… De su mano iniciaron el camino, entre los más relevantes, Yves Montand, Charles Aznavour, o Georges Moustaki (autor de la letra de «Milord»), junto al cual sufre en 1958 un grave accidente de coche que le devolverá a la morfina.

Con poco más de 40 años, la decadencia física de la Piaf se hace terriblemente ostensible. Cuando murió, a los 48 años, parecía una anciana de 70. Demasiada pasión, demasiada intensidad, demasiado amor, demasiado dolor. Demasiado.

Ahora, el filme de Dahan y la magnífica interpretación de Marion Cotillard nos traen el recuerdo de aquella mujer de 1,47 de altura, flaca, poco agraciada, desgraciada hasta un punto que sólo ella conocía y que cantó como sólo puede hacerse cuando amor y dolor, desesperación y esperanza se funden hasta lo superlativo.

Non, rien de rien, uno de sus últimos éxitos, fue tomada en su día como un balance y autoafirmación de la gran artista. En video, su interpretación y la recreación que Cotillard hace en el filme.

Traducción de Non, rien de rien :

No, nada de nada/ No, yo no lamento nada/ Ni el bien que se me ha hecho/ Ni el mal, todo eso me es completamente igual./ No, nada de nada/ No, yo no lamento nada./ Está pagado, barrido, olvidado./ Yo paso del pasado.

Con mis recuerdos/ He encendido el fuego/ Mis pesares, mis placeres…/ Ya no tengo necesidad de ellos./ Barridos los amores,/ Y todos sus trémolos/ Barridos para siempre/ Vuelvo a partir de cero.

No, nada de nada/ No, yo no lamento nada/ Ni el bien que se me ha hecho/ Ni el mal, todo eso me es completamente igual. /No, nada de nada/ No, yo no lamento nada./ Porque mi vida, porque mis alegrías/ Hoy comienzan contigo.

(*) Hay algunas incorrecciones y errores en este enlace, pero es el más completo en castellano.

domingo, 8 de abril de 2007

Jacques Brel: 78 años



De seguir vivo, Jacques Brel (1929-1978) habría cumplido hoy 78 años. Muerto a los 49 a causa de un cáncer de pulmón, su desaparición nos dejó en cierta orfandad a cuantos admirabamos su inmenso talento de músico e intérprete, su excelencia como compositor, letrista y cantante, su extraordinaria honestidad artística

Pero queda la música, como canta Luis Eduardo Aute, uno de sus innumerables e incondicionales admiradores.

Y la letra. “Amsterdam”, la principal ‘pièce de résistance’ de su repertorio de pequeñas obras maestras, es una canción apenas concebible en nuestros días. Se trata de una mera (que no simple) descripción y es en realidad un poema que, potenciado por una música que crece en intensidad y ritmo hasta el final, electrizaba a los auditorios y les hacía estallar en una ovación interminable.

En el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que cantan/ Los sueños que les asedian/ A lo ancho de Amsterdam/ En el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que duermen/ Como estandartes/ A lo largo de riberas sombrías/ En el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que mueren/ Llenos de cerveza y de dramas/ Con las primeras luces/ Pero en el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que nacen/ En el calor espeso/ De languideces oceanas.

En el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que comen/ En manteles demasiado blancos/ Pescados chorreantes/ Os muestran unos dientes/ Como para mascar la fortuna/ Para hacer menguar la luna/ Para tragar unas amarras/ Y se huele el bacalao/ Hasta en el corazón de las patatas fritas/ Que sus gruesas manos invitan/ A convertirse en más/ Luego se alzan riendo/ Con un ruido de tempestad/ Se reabrochan la bragueta/ Y eructando se van.

En el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que bailan/ Frotándose la panza/ Con la de las mujeres/ Y giran y bailan/ Como soles escupidos/ En el sonido desgarrado/ De un acordeón rancio/ Se tuercen el cuello/ Para oirse mejor reir/ Hasta que de pronto/ El acordeón expira/ Entonces con un gesto grave/ Entonces con la mirada orgullosa/ Devuelven a su holandesa/ Hasta la plena luz.

En el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que beben/ Y que beben y rebeben/ Y que rebeben aún/ Beben a la salud/ De las putas de Amsterdam/ De Hamburgo o de otros sitios/ En fin beben por las damas/ Que les dan su bonito cuerpo/ Que les dan su virtud/ Por una pieza de oro/ Y cuando han bebido bien/ Se plantan nariz al cielo/ Se limpian los mocos en las estrellas/ Y orinan como yo lloro/ sobre las mujeres infieles.
En el puerto de Amsterdam.
En el puerto de Amsterdam.