Sólo la música que me gusta, me llega, me parece necesaria. Toda esa música que, con frecuencia, los medios se empeñan en impedir que escuchemos, pese a que, con mucha frecuencia, es la más valiosa.

domingo, 8 de abril de 2007

Jacques Brel: 78 años



De seguir vivo, Jacques Brel (1929-1978) habría cumplido hoy 78 años. Muerto a los 49 a causa de un cáncer de pulmón, su desaparición nos dejó en cierta orfandad a cuantos admirabamos su inmenso talento de músico e intérprete, su excelencia como compositor, letrista y cantante, su extraordinaria honestidad artística

Pero queda la música, como canta Luis Eduardo Aute, uno de sus innumerables e incondicionales admiradores.

Y la letra. “Amsterdam”, la principal ‘pièce de résistance’ de su repertorio de pequeñas obras maestras, es una canción apenas concebible en nuestros días. Se trata de una mera (que no simple) descripción y es en realidad un poema que, potenciado por una música que crece en intensidad y ritmo hasta el final, electrizaba a los auditorios y les hacía estallar en una ovación interminable.

En el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que cantan/ Los sueños que les asedian/ A lo ancho de Amsterdam/ En el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que duermen/ Como estandartes/ A lo largo de riberas sombrías/ En el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que mueren/ Llenos de cerveza y de dramas/ Con las primeras luces/ Pero en el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que nacen/ En el calor espeso/ De languideces oceanas.

En el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que comen/ En manteles demasiado blancos/ Pescados chorreantes/ Os muestran unos dientes/ Como para mascar la fortuna/ Para hacer menguar la luna/ Para tragar unas amarras/ Y se huele el bacalao/ Hasta en el corazón de las patatas fritas/ Que sus gruesas manos invitan/ A convertirse en más/ Luego se alzan riendo/ Con un ruido de tempestad/ Se reabrochan la bragueta/ Y eructando se van.

En el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que bailan/ Frotándose la panza/ Con la de las mujeres/ Y giran y bailan/ Como soles escupidos/ En el sonido desgarrado/ De un acordeón rancio/ Se tuercen el cuello/ Para oirse mejor reir/ Hasta que de pronto/ El acordeón expira/ Entonces con un gesto grave/ Entonces con la mirada orgullosa/ Devuelven a su holandesa/ Hasta la plena luz.

En el puerto de Amsterdam/ Hay marinos que beben/ Y que beben y rebeben/ Y que rebeben aún/ Beben a la salud/ De las putas de Amsterdam/ De Hamburgo o de otros sitios/ En fin beben por las damas/ Que les dan su bonito cuerpo/ Que les dan su virtud/ Por una pieza de oro/ Y cuando han bebido bien/ Se plantan nariz al cielo/ Se limpian los mocos en las estrellas/ Y orinan como yo lloro/ sobre las mujeres infieles.
En el puerto de Amsterdam.
En el puerto de Amsterdam.


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