Sólo la música que me gusta, me llega, me parece necesaria. Toda esa música que, con frecuencia, los medios se empeñan en impedir que escuchemos, pese a que, con mucha frecuencia, es la más valiosa.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Frankie y el tiempo

Frank Sinatra, que habría cumplido hoy cien años, murió en 1998, a los 83. Diecisiete años después su memoria sigue vigente y su patrimonio musical es frecuentemente recuperado desde y por una considerable variedad de estilos e intérpretes. Mi propósito hoy no es tanto glosar su personalidad o su influencia, indiscutibles ambas y suficientemente conocidas, como evocar su pasión por los buenos textos de canciones.

Desde su posición podía permitirse interpretar y grabar lo que le diera la gana, pero siempre seleccionó minuciosamente lo mejor. Una buena letra era, fundamentalmente, lo que siempre buscó y generalmente encontró. Lo más cercano a lo poético - según su propia afirmación - era lo que en mayor grado le seducía y mejor si, como en algunos casos notables, los textos contenían una cierta filosofía de vida en relación con el paso del tiempo, la resistencia y las convicciones basadas en la lucha por ser uno mismo. Tal vez eso explique su prolongada supervivencia artística hasta su muerte y aún después de ella.

Siguen cuatro ejemplos de lo dicho. Los vídeos incluyen la traducción al castellano. No siempre es totalmente fiel, pero es lo que hay.


My way




That's life




Cycles




It Was A Very Good Year


Inolvidable.

lunes, 24 de marzo de 2014

Sobresaliente 'cum laude' para Pedro Ruy-Blas por 'El americano'



Con "El americano" Pedro Ruy-Blas ha cumplido un sueño personal largamente acariciado y nos ha hecho a cuantos amamos el 'jazz', o simplemente la buena música, un gran regalo. Estamos ante un disco 'made in Spain' que no tiene nada que envidiar a los firmados por John Hendricks, Al Jarreau o Kurt Elling, y supera en enjundia a los de 'nuevos valores', como Michael Bublé, José James o Sachal Vasandani, apoyados por una promoción de la que Pedro Ruy-Blas carece.


Los aciertos del disco empiezan en la propia selección de los temas. Se trata de 'standards', pero no necesariamente de 'jazz',  tampoco de los más manidos, y sí de los más interesantes. Es evidente que Pedro ha elegido algunas de las piezas que más le gustan, y que, al mismo tiempo, mejor cuadran a su forma de interpretar, con feeling, intensidad y margen para que su poderosa voz exhiba todo su rango. Es un disco hecho desde el corazón,  con pasión y placer. Y se nota. De ahí procede en gran medida la atracción que produce escuchar "El americano", una obra antológica, que sitúa en el mapa global al modesto 'jazz' español, generalmente falto de adeptos, pero no de una nómina -reducida pero sólida- de grandes músicos, que, con el viento en contra, intentan siempre hacer la música que más aman.


Algunos de esos músicos colaboran en "El americano", como Jorge Pardo, compañero de fatigas y amigo de Pedro desde el grupo Dolores, declarado Mejor Músico Europeo por la Academia Francesa de Jazz en 2013; Pepe Robles, Israel Sandoval, Kike Perdomo, Miguel Ángel Egido o Antonio Serrano. El grupo-base, con presencia en casi todos los temas, está formado por Luis Guerra al piano (coautor también de los arreglos) Reinier Elizarde "Negrón” al contrabajo y Noah Shaye a la batería.


Los arreglos, en los que Pedro Ruy-Blas ha colaborado con el pianista Luis Guerra, son un punto muy importante, de hecho decisivo, a favor del disco. Ellos marcan la distinción y la distancia respecto a las versiones precedentes y le dan al conjunto el carácter 'vivo', casi de directo, que transmite, imprescindible o (al menos para mi) preferible cuando se trata de 'jazz'. Este es un disco de sobresaliente 'cum laude' dentro de la música, tantas veces ramplona, que se hace y escucha en este país. Y su protagonista es casi un héroe de película, superviviente al ostracismo y a la derrota de las tentaciones fáciles. La música española le debe mucho, y, como siempre, no lo sabe. 'El americamo' es un recuerdo de ello para cuantos ignoran que siempre ha estado ahí, en la mejor música, en lo suyo, con constancia y sacrificio.


Hay mucho sentimiento y mucha vida metidos en este disco, con el que Pedro Ruy-Blas ha decidido celebrar sus 50 años en la música (empezó a los 15). Mediante el título, evoca el apodo que le daban los chavales de su barrio cuando él también lo era y, gracias a un cuñado estadounidense, llevaba una ropa y escuchaba una música que no estaba al alcance de casi nadie. Fue entonces cuando empezó a nacer el gran músico que hoy es. Hay también dos sentidos recuerdos y homenajes a dos amigos músicos recientemente desaparecidos: el fabuloso pianista y arreglista Horacio Icasto (*), con el que interpreta 'You are gonna hear from me' y el batería Larry Martin, que iba a intervenir en 'Lonely town lonely street' cuando le sorprendió la muerte.  


A falta de vídeos para ilustrar los posts de este blog, como es habitual, me he tomado la licencia de convertir al formato mp3 algunos de los temas del disco. Lamentablemente, tras subirlos a Goear, Blogger no me permite incrustarlos, por lo que he tenido que ponerlos mediante enlaces, con las molestias previsibles para los lectores, que expero me perdonen.  No se trata, de modo deliberado de las piezas más ortodoxamente jazzisticas del disco (menos en el caso de 'You are gonna hear from me', de los Previn). A destacar el hallazgo que supone la versión de 'A whiter shade of pale', cuyo tratamiento refuerza el 'misterio' y la melancolía de la hermosa canción de Procol Harum. Los otros dos temas se mueven en territorios fronterizos: 'Lonely town, lonely street', de Bill Withers (Mr. 'Ain't no sunshine') es deudor del soul y el funk y posee en la versión de Pedro Ruy-Blas una potencia extraordinaria, reforzada por el vibrante saxo de Miguel Ángel Egido. 'Only in it for the money' es uno de los mejores productos salidos de la fecunda factoría del ecléctico Dr. John y constituye la canción más instrumentada y marchosa del disco, con un importante papel del coro.

(*) Siempre están en mi memoria las horas de placer musical que Horacio Icasto y su esposa Connie regalaban hace muchos años en el desaparecido club ‘La Bohemia’ de Santander. Me sentí beneficiario de un raro lujo.