Al final, tras su muerte a los 93 años, lo que nos queda de Chavela Vargas, más allá de su relevancia artística, es la memoria de su personaje de fuertes trazos: la imagen de una mujer homosexual y alcohólica determinada desde el principio a ser quien era y a pagar las consecuencias; la que, vestida de hombre y con pistola al cinto, se contruyó mientras se destruía frente a todo y frente a todos y supo renacer de sus cenizas en los últimos veinte años para disfrutar con voracidad la vida. Hasta la extenuación.
Todo indica que fue su viaje a España, el pasado mes de julio, para presentar su disco 'La Luna grande', dedicado a García Lorca, lo que, en última instancia, desencadenó su muerte. Durante diez días estuvo hospitalizada en Madrid a causa de una insuficiencia cardiaca. De regreso a su país ya no pudo superar los problemas multiorgánicos que se desencadenaron. Aquel viaje era su sueño, su última ambición, su despedida de España, el país que más contribuyó a sacarla del olvido. "Yo ya sabía cuáles podía ser los costos" - dijo -, pero no quería renunciar a esa última experiencia. Murió como vivió, agotando su energía y rechazando ser entubada porque quería tener "una muerte natural". Genio y figura. Inolvidable.
Aquí, uno de los homenajes musicales que le tribuó Joaquín Sabina, su rendido admirador, quien en un concierto en Querétaro dijo que ambos tenían mucho en común: "Somos borrachos, mujeriegos y... estamos retirados".
lunes, 6 de agosto de 2012
Se fue Chavela Vargas, "paloma negra de los excesos"
Publicado por José Ramón San Juan en 11:27
Etiquetas: Chavela Vargas, García Lorca, Joaquín Sabina, Madrid, México, muerte, rancheras
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