Sólo la música que me gusta, me llega, me parece necesaria. Toda esa música que, con frecuencia, los medios se empeñan en impedir que escuchemos, pese a que, con mucha frecuencia, es la más valiosa.

domingo, 25 de enero de 2009

Esperanza Spalding, esperanza de la música

I know you know


Esperanza Spalding es muy joven (23 años), muy guapa, alegre y virtuosa (entiéndase en el sentido musial de la expresión, que otras virtudes no hacen al caso). A los 20 ya era profesora de contrabajo en el mítico Berklee College (Boston), donde estudió pese a su resistencia innata a las regulaciones y exigencias académicas (hizo casi todos sus estudios elementales en su propia casa).

Bendecida con un talento extraordinario para la música y una extremada brillantez para tocar el contrabajo, que resulta obvia incluso para el profano, fue sin duda la vocación de aprender y mejorar en un contexto abierto y muy estimulante lo que le mantuvo en Berklee. Nacida en Nyeva York en una familia monoparental, sabe que siempre puede contar con la aprobación de una madre libertaria y de fuerte personalidad, de la que seguramente procede su notable confianza en sí misma y su invariable determinación de ser ella misma digan lo que digan.

She got to you


Y el caso es que dicen y dicen mucho. Mucho bueno y algo menos bueno. Su eclecticismo e independencia de estilo molesta a los restos de una cohorte superviviente de estreñidos críticos de jazz, que, resignados a admitir su incuestionable virtuosismo, le regatean la nota de sobresaliente y la juzgan con severidad por su 'inmotivada' seguridad en si misma y su 'aventurerismo' en la elección de repertorio.

"Ladran, luego cabalgamos", parece responder Esperanza, que se siente más que recompensada con el invariable aplauso del público en todas sus actuaciones. Sabe que debe afrontar las reticencias academicistas en su triple condición de compositora, contrabajista y cantante. Asume que siempre tendrá críticos en algún aspecto concreto de su triple vertiente artística y sigue adelante, impulsada por un motor interior que es pura síntesis de talento, energía y decisión.

Ponta de areia (de Milton Nascimento)


Ciertamente, se puede coincidir con algunas críticas sobre la colisión que en ocasiones sucede cuando canta mientras toca una extraordinaria sucesión de notas al contrabajo. Tal vez eso perjudica en cierta medida la interpretación cantada, pero esa no sólo es su faceta más espectacular y deslumbrante para la audiencia sino que también el canto puede ser mejorado a través del ensayo y la actuación. Esperanza Spalding está todavía aprendiendo -abierta a la música y receptiva al talento ajeno- y es de esperar que no deje de hacerlo nunca.

Los grandes músicos, como la buena madera, mejoran con los años. Eso sí, a condición de que se hagan resistentes a la polilla de la comercialidad fácil e invulnerables al cuestionamiento de quienes viven en el pasado y se pierden cuando vuelven la vista hacia el presente.

Volveremos a hablar de Esperanza, seguro. Precisamente porque ella es una esperanza de la música, un pequeño genio que va a su aire sin intentar volar tan alto como para perder de vista el suelo.

Cantora de Yala (Zamba argentina)


Santa Leoncia de Farfán,
de la Quebrada de Reyes,
baja a las carpas de Yala
con setenta años que tiene.

La harina del Carnaval
le pensamienta las sienes
cuando sobre el mujerío
su canto finito crece.

(Estribillo)
Alegre como pocas
doña Santa se amanece,
el manantial de sus coplas va
por senderos viejos,
el manantial de sus coplas va
despenando su soledad.

No hay una pena de amor
que por su boca no queme
ni hay en la carpa baguala
que por ella no se queje.

La chicha al amanecer
en los ojos se le duerme
hasta que un golpe de caja
cantando la reverdece.