Jacques Brel: 'Vesoul'

Jacues Brel concibió 'Vesoul' como un divertimento en el que primaba la música sobre la letra, sin que por ello ésta careciera de interés, con toques de humor e ironía, como la alusión a Dutronc (Jacques) o al modo reiterado en que se evita visitar a la cuñada del protagonista, pese al interés de éste en hacerlo. La versión original carecía de la introducción 'clasicista', deliberadamente efectada y humorística, de este video y entraba directamente en el 'tour de force' que protagonizaba con el acordeonista Marcel Azzola, rivalizando la rápida digitación de éste con la no menos vertiginosa vocalización de Brel. El 'Chauffe Marcel!' (¡Dale calor Marcel!) que Brel grita acompañó al acordeonista durante el resto de su vida. Una canción ejemplar, relevante como casi todo en Brel.

Phil Collins: 'Another day in paradise'

Una canción sobre el drama de los 'sin techo' que ilustra las consecuencias de la lamentable 'era Thatcher' en Reino Unido. Once años interminables de 'paraiso' cuyas secuelas sufrió especialmente la clase trabajadora. Las políticas económicas de la 'dama de hierro' se centraron en la desregulación del sector financiero, la flexibilización del mercado laboral y la privatización de empresas públicas: el programa ultraliberal íntegro fue aplicado aún con mayor dureza que en EE UU bajo Reagan. Con ese mismo programa se pretende sacar hoy de la crisis a la Unión Europea. ¡SOS!

Ross Breen: 'Monet'

No es muy corriente que se dediquen canciones a los pintores, aunque Picasso y Van Gogh han sido objeto de más de un homenaje musical. El cantautor irlandés Ross Breen se ha centrado en Monet y en especial en su obra 'Impression, soleil levant', cuyo título sirvió para bautizar el movimiento impresionista, gracias - paradójicamente - al sarcasmo de un crítico. Breen es el cantautor más prometedor de Irlanda, donde con este tema obtuvo el primer premio en una competición a la que concurrieron más de mil canciones. Su primer disco, autoproducido, 'When I met the devil', merece la pena.

Se fue Chavela Vargas, "paloma negra de los excesos"

Al final, tras su muerte a los 93 años, lo que nos queda de Chavela Vargas, más allá de su relevancia artística, es la memoria de su personaje de fuertes trazos: la imagen de una mujer homosexual y alcohólica determinada desde el principio a ser quien era y a pagar las consecuencias; la que, vestida de hombre y con pistola al cinto, se contruyó mientras se destruía frente a todo y frente a todos y supo renacer de sus cenizas en los últimos veinte años para disfrutar con voracidad la vida. Hasta la extenuación.

Todo indica que fue su viaje a España, el pasado mes de julio, para presentar su disco 'La Luna grande', dedicado a García Lorca, lo que, en última instancia, desencadenó su muerte. Durante diez días estuvo hospitalizada en Madrid a causa de una insuficiencia cardiaca. De regreso a su país ya no pudo superar los problemas multiorgánicos que se desencadenaron. Aquel viaje era su sueño, su última ambición, su despedida de España, el país que más contribuyó a sacarla del olvido. "Yo ya sabía cuáles podía ser los costos" - dijo -, pero no quería renunciar a esa última experiencia. Murió como vivió, agotando su energía y rechazando ser entubada porque quería tener "una muerte natural". Genio y figura. Inolvidable.



Aquí, uno de los homenajes musicales que le tribuó Joaquín Sabina, su rendido admirador, quien en un concierto en Querétaro dijo que ambos tenían mucho en común: "Somos borrachos, mujeriegos y... estamos retirados".