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Sólo la música que me gusta, me llega, me parece necesaria. Toda esa música que, con frecuencia, los medios se empeñan en impedir que escuchemos, pese a que, con mucha frecuencia, es la más valiosa.
El
cantautor italiano Francesco Guccini, eterno portavoz de una
indignación que hoy se dice nueva, utiliza retóricamente la fórmula de
una despedida para emitir una enérgica diatriba contra la vacía sociedad
posmoderna. La canción fue compuesta en 1999.
"Yo digo adiós a todas vuestras interminables gilipolleces,/ reflectores y lentejuelas de las televisiones,/ al griterío descompuesto de los políticos profesionales,/ a aquellas vuestras vacías glorias de imbéciles./
Y digo adiós al mundo inventado de la aldea global,/ a las dietas para
mantenerse en forma radiante,/ a quien habla siempre de un futuro
triunfal/ y a cada empresa de este siglo triunfante,/ a las magias de
moda de las religiones orientales/ que para nosotros sólo esconden
vacíos de pensamiento..."
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