miércoles, 15 de agosto de 2007
Silvio, único (y V): Vivir sin tener precio
Para no hacer de mi icono pedazos,
para salvarme entre únicos e impares,
para cederme un lugar en su Parnaso,
para darme un rinconcito en sus altares,
me vienen a convidar a arrepentirme,
me vienen a convidar a que no pierda,
me vienen a convidar a indefinirme,
me vienen a convidar a tanta mierda...
Yo no sé lo que es el destino
caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino.
Yo me muero como viví.
Yo quiero seguir jugando a lo perdido,
yo quiero ser a la zurda mas que diestro,
yo quiero hacer un congreso de lo unido,
yo quiero rezar a fondo un 'Hijonuestro'.
Dirán que pasó de moda la locura,
dirán que la gente es mala y no merece,
más yo partiré soñando travesuras,
acaso multiplicar panes y peces.
Yo no sé lo que es el destino,
caminando fui lo que fui.
Allá Dios que será divino.
Yo me muero como viví.
Dicen que me arrastrarán por sobre rocas,
cuando la Revolución se venga abajo,
que machacarán mis manos y mi boca
y me arrancarán los ojos y el badajo.
Será que la necedad parió conmigo,
la necedad de lo que hoy resulta necio,
la necedad de asumir al enemigo,
la necedad de vivir sin tener precio.
Yo no sé lo que es el destino,
caminando fui lo que fui.
Allá Dios que será divino.
Yo me muero como viví.
El disco titulado simplemente 'Silvio', de 1992, significa una ruptura radical con la línea predominantemente introspectiva, íntima, personal, lírica, que el cantautor había seguido en los años precedentes. El mundo que le rodea está, aparentemente, cayéndose a pedazos en esos momentos, en coincidencia con el derrumbe de la Unión Soviética, en cuyos brazos se arrojó Cuba para eludir el cerco, el boicot, el embargo, las mil formas de acoso permanente a que le sometiío Estados Unidos tras el triunfo de la revolución castrista.
Es en ese contexto crítico, en medio de la tentación derrotista y de un aumento considerable de la presión sobre su país y su propia persona, cuando Silvio Rodríguez escribe esta canción. En ella no deja lugar a dudas respecto a su posición. Como en un testamento anticipado, asegura y repite: "Yo me muero como viví". Frente a la invitación a desertar, a arrepentirse, a indefinirse, el artista se 'redefine' con absoluta claridad, sin temor a las consecuencias, que algunos imaginan inminentes.
Frente al convite 'a tanta mierda' que se le plantea él defiende "la necedad de asumir al enemigo", "la necedad de vivir sin tener precio". Donde dice irónicamente 'necedad' léase 'necesidad'. Es una necesidad moral, ética y existencial la que Silvio Rodríguez siente y expresa en esta canción: la de permanecer junto a los suyos, que no son tanto unos responsables políticos o un determinado régimen como un pueblo, el de Cuba, que quiere un destino sin las interferencias, ni las servidumbres pretéritas; sin las diferencias hirientes entre la opulencia del palacio y las carencias dramáticas del bohío.
He aquí otra de las grandes razones por las que Silvio Rodríguez es único. Como tantos artistas cubanos, entre los que se incluyen miembros de la orquesta 'Irakere', que tantas veces le acompañó, pudo elegir un exilio dorado, entre mimos, halagos, comodidades y éxitos. No lo ha hecho poroque sabe cuál es su lugar. Sus viajes le han permitido, entre otras cosas, constatar las realidades exteriores a su acosada y paupérrima isla. Conoce los 'logros' de las 'democracias' caribeñas, centroamericanas y latinoamericanas en las que se pretende inscribir a su país una vez 'liberado'. Elige y sabe por qué lo hace. Sabe de qué lado está.
Incluso aquellos que odian lo que representa le deben un respeto. El que merece toda persona que ha elegido serlo por encima de consideraciones egoístas y del miedo al futuro que a tantos paraliza o rinde.
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José Ramón San Juan
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martes, 14 de agosto de 2007
Silvio, único (IV)
Si no creyera en la locura
de la garganta del sinsonte (1),
si no creyera que en el monte
se esconde el trino y la pavura (2).
Si no creyera en la balanza,
en la razón del equilibrio,
si no creyera en el delirio,
si no creyera en la esperanza.
Si no creyera en lo que agencio,
si no creyera en mi camino,
si no creyera en mi sonido,
si no creyera en mi silencio.
¿Qué cosa fuera?
¿Qué cosa fuera la maza sin cantera?
Un amasijo hecho de cuerdas y tendones,
un revoltijo de carne con madera,
un instrumento sin mejores resplandores
que lucecitas montadas para escena.
¿Qué cosa fuera, corazon, qué cosa fuera?
¿Qué cosa fuera la maza sin cantera?
¿Qué cosa fuera, corazon, qué cosa fuera?
¿Qué cosa fuera la maza sin cantera?
Si no creyera en lo mas duro,
si no creyera en el deseo,
si no creyera en lo que creo,
si no creyera en algo puro.
Si no creyera en cada herida,
si no creyera en la que ronde,
si no creyera en lo que esconde
hacerse hermano de la vida.
Si no creyera en quien me escucha,
si no creyera en lo que duele,
si no creyera en lo que quede,
si no creyera en lo que lucha.
¿Qué cosa fuera?
¿Qué cosa fuera la maza sin cantera?
Un testaferro del traidor de los aplausos,
un servidor de pasado en copa nueva,
un eternizador de dioses del ocaso,
júbilo hervido con trapo y lentejuela
¿Qué cosa fuera, corazon, qué cosa fuera?
¿Qué cosa fuera la maza sin cantera?
¿Qué cosa fuera, corazon, qué cosa fuera?
¿Qué cosa fuera la maza sin cantera?
(1) Pájaro nativo de América del Norte, capaz de reproducir el canto de otros pájaros y los sonidos de otros animales e incluso de máquinas.
(2) Miedo.
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José Ramón San Juan
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lunes, 13 de agosto de 2007
Silvio, único (III)
Estoy buscando una palabra
en el umbral de tu misterio.
Quién fuera Alí Babá
Quién fuera el mítico Simbad
Quién fuera un poderoso sortilegio
Quién fuera encantador
Estoy buscando una escafandra,
al pie del mar de los delirios.
Quién fuera Jacques Cousteau
Quién fuera Nemo el capitán
Quién fuera el batiscafo de tu abismo
Quién fuera explorador
Corazón con muros,
corazón oscuro,
corazón que se esconde,
corazón que está dónde,
corazón en fuga,
herido de dudas de amor.
Estoy buscando melodía
para tener cómo llamarte.
Quién fuera ruiseñor
Quién fuera Lennon y McCartney,
Sindo Garay (1), Violeta (2), Chico Buarque
Quién fuera tu trovador
Corazón oscuro,
corazón con muros
corazón que se esconde,
corazón que está donde,
corazón en fuga,
herido de dudas de amor.
(1) Sobre Sindo Garay
(2) Violeta Parra
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José Ramón San Juan
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domingo, 12 de agosto de 2007
Silvio, único (II)
Óleo de mujer con sombrero
Una mujer se ha perdido
conocer el delirio y el polvo,
se ha perdido esta bella locura,
su breve cintura debajo de mí.
Se ha perdido mi forma de amar,
se ha perdido mi huella en su mar.
Veo una luz que vacila
y promete dejarnos a oscuras.
Veo un perro ladrando a la luna
con otra figura que recuerda a mí.
Veo más: veo que no me halló.
Veo más: veo que se perdió.
Una mujer innombrable
huye como una gaviota
y yo rápido seco mis botas,
blasfemo una nota y apago el reloj.
Que me tenga cuidado el amor,
que le puedo cantar su canción.
La cobardía es asunto
de los hombres, no de los amantes.
Los amores cobardes no llegan a amores,
ni a historias, se quedan allí.
Ni el recuerdo los puede salvar,
ni el mejor orador conjugar.
Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndose al centro del miedo
y yo, que no soy bueno, me puse a llorar.
Pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir.
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José Ramón San Juan
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sábado, 11 de agosto de 2007
Silvio, único (I)
No sé precisar con exactitud cuándo, pero fue en la segunda mitad de los 70 cuando alguien me habló en términos muy elogiosos de Silvio Rodríguez y se ofreció a grabarme una cinta con una recopilación de sus temas. Fue un deslumbramiento. Nunca había oído a nadie ni parecido.
Durante meses aquellas canciones fueron el leitmotiv de muchos de mis momentos de ocio y la voz, la guitarra y las letras de Silvio se me hicieron extraordinariamente familiares. Luego, sus discos me han acompañado muy a menudo. Unos me gustaron más, otros menos, alguno nada, tal vez porque yo le había situado a tal altura (o él la había alcanzado) que no era fácilmente repetible la intensidad y la originalidad de ciertas cimas.
No por ello ha dejado de ser extraordinario. Aquí y allá, en sus discos más recientes, surge la chispa de la genialidad, el brillo de la metáfora, la verdad imprescindible en la expresión. Y aún hoy, cuando tantos han tratado de emularle, sigue siendo único, inimitable, magistral.
Por eso inicio hoy este pequeño homenaje a lo largo del cual irán apareciendo algunas de las canciones emblemáticas del cantautor cubano que revolucionó la canción de autor. Lamentablemente sólo estarán aquí, de entre todas las que me gustan, aquellas cuyos vídeos están en Youtube y tienen una imagen y un sonido aceptables.
La que hoy suena tiene por título "La familia, la propiedad privada y el amor", acaso más propio para una ensayo sociológico, pero adecuado para situar en su marco real esta historia de amor imposible por razones ajenas a los sentimientos de sus protagonistas.
El derrumbe de un sueño,
algo hallado pasando
resultabas ser tú.
Una esponja sin dueño,
un silbido buscando
resultaba ser yo
Cuando se hallan dos balas
sobre un campo de guerra
algo debe ocurrir
que prediga el amor.
De cabeza hacia el suelo
una nube vendrá
o estampidas de tiempo
los ojos tendrán.
Fue preciso algo siempre
y no fue porque tú
tenías lazos blancos en la piel.
Tú tenías precio puesto desde ayer
Tú valías cuatro cuños de la ley
Tú, sentada sobre el miedo
de correr
Una buena muchacha
de casa decente no puede salir.
¿Qué diría la gente
el domingo en la misa
si saben de ti?
¿Qué dirían los amigos,
los viejos vecinos
que vienen aquí?
¿Qué dirían las ventanas,
tu madre y su hermana
y todos los siglos
de colonialismo español
que no en balde
te han hecho cobarde?
¿Qué diría Dios
si amas sin la Iglesia
y sin la ley?
Dios, a quien ya te entregaste en comunión
Dios, que hace eternas las almas de los niños
que destrozarán las bombas y el napalm.
El derrumbe de un sueño,
algo hallado pasando
resultaba ser yo.
Una esponja sin dueño,
un silbido buscando
resultabas ser tú.
Busca amor con anillos
y papeles firmados
y cuando dejes de amar
ten presentes los hijos,
no dejes tu esposo
ni una buena casa
y si no se resisten,
serruchen los bienes
que tienes derecho también
porque tú
tenías lazos blancos en la piel.
Tú tenías precio puesto desde ayer
Tú valías cuatro cuños de la ley
Tú, sentada sobre el miedo
de correr.
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José Ramón San Juan
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